Eran las doce de la noche y el frío congelaba los huesos, la esperó tanto tiempo que no le importaba si le tomaría toda una vida hasta verla por última vez. La conoció de una manera muy distinta a la que cualquier pareja podría conocerse, sus miradas ya se cruzaron en algún momento lejano, antes de soltar un suspiro al mirarse fijamente, él, la soñaba, la idealizaba, la dibujaba en cada uno de sus pensamientos, ella simplemente lo miraba perdido sin rumbo fijo, los días pasaron y así los meses y los años, hasta que por azares del destino el reencuentro se dio después de un año de soñar con aquel reencuentro que los traería a una realidad de la que no querrían alejarse. Él, un simple asistente de profesor y ella su alumna, callada, sencilla y con la seriedad que se rompía con la sola presencia de aquel profesor que a ella le arrancaba suspiros y él ingenuamente sin darse cuenta que el destino le tenía preparado un encuentro con su verdad, Emanuel arrastrando la mirada perdida se encontró con la silueta de quien sería en adelante su mayor anhelo y a la vez su perdición. Un par de manos que seducían el barro en una mesa sucia. Largo cabello arrastrado en la mesa que sin cuidar soltaban un par de trenzas juguetonas que serían lo que cada noche y cada instante dibujaba en pensamientos y en hojas sueltas de un cuaderno viejo, me llamo Ruth, se escuchó con una suave y dulce voz, mientras él con una primera sonrisa de tonto enamorado y sin palabras, simplemente dejaba que de su mente saliera a la realidad, aquella mujer que lo dejaría sumergido en la fantasía, en un mundo de poesía erótica, palabras salían de su boca y sus labios eran el motivo perfecto para hacer de un simple profesor el amante perfecto para las noches de lujuria mental, detrás de una pantalla las palabras fluían, mentes lujuriosas se desataban de parte y parte, las ansias con las que se escribían iban más allá de una simple amistad.
En persona, él, nunca podía mirarla a los ojos ya que ella lo desnudaba con la mirada, su mirada sensual y tierna lo tenían atrapado entre la vida y la fantasía. De alguna manera él tenía que reaccionar, su vida giraba en torno a la existencia de aquella mujer que con tiernas palabras lo controlaba, con dulces gestos lo desarmaba y al mismo tiempo lo dejaba con los pies sobre la tierra, ella nunca permitía que cualquier mujer ajena a él lo intentara siquiera controlar, él ya era un títere de sus encantos, y ella se desarmaba cuando el escribía para ella todo aquello que de su corazón brotaba. Eran la combinación perfecta al momento de volar, eran la pareja perfecta ante sus propios pensamientos, los dos se complementaban, pero en su realidad nunca pudieron tocar sus cuerpos, tan solo iban de la mano disfrutando de la vida y de la compañía que de por sí ya los hacía sentir seres únicos en este mundo lleno de fantasía sin control, los días pasaron y Emanuel tenía que luchar con la vida llena de fantasía que Ruth le ofrecía y con la realidad a la que tenía que enfrentarse, ya que su amor por el arte era más grande que el amor que cualquier mujer le podría ofrecer, personas ajenas a su vida notaban sus cambios de actitud, su vida ya no era la misma, y es aquí en el triste desenlace de su vida en que su mejor amigo y hermano Charly interviene alejando de su vía a la mujer que fue su perdición y su mayor tristeza, después de enterarse que sus días estaban contados, pues, una enfermedad trágica acabaría con su vida borrando de su memoria el recuerdo de un primer e infinito amor.
Mánu Ortega