Tormentos
vislumbrando las nubes, los cúmulos, cirros y estratos
que, a lo largo de cada calzada,
se reviva el sabor de tus besos en la madrugada,
que las gotas de lluvias que caen,
te encuentren cantando las trágicas horas llegadas.
No me pidas que explique el motivo,
de cómo se encuentran las frases vacías y gestos al viento, la cara expresiva,
el motivo del cuándo y el dónde,
se nos piensa caer el botón mal pegado del traje de noche
y las horas cruciales,
que confunden la luz insistente, tus labios
En clave de morse.
La verdad, yo no entiendo que sigas callada,
esperando un reproche insipiente, en un tiesto de flores
que los libros caídos al piso,
te develen letargos, de vidas pasadas,
y me pides que escriba razones,
recordando las hojas caídas de los callejones.
Marionetas con hilos de bronce,
caminado por calles mojadas, se hacen las doce,
y el olor de un perfume indeleble,
me recuerde que yacen las páginas blancas de un libro
adornando aquel, mueblecillo de noche.
Y la luna sobre una cortina,
me estremece diciendo, hay amores pasados
que pegan más fuerte, que tragos amargos
en una cantina…
Roberto D. Blandón