La armadura del amor y su ruptura

Hoy aprendí amar, a ser indulgente, a caminar después de la derrota, después de tu partida.


He vivido de ti enamorado, conozco el amor y sus profundidades mejor que nadie, a estas alturas solo existe inmortalidad.
No hay nada que pueda herirme, ya nada me duele, no hay manera de atravesar esta armadura que tú misma creaste dejando una ruptura.
El escudo es tan resistente que el frio habita en el eternamente, hoy ya no suplico, ya no mendigo.
Hoy aprendí amar, a ser indulgente, a caminar después de la derrota, después de tu partida.
Estoy en un rincón en donde no hay más que un corazón partido en mil pedazos, en donde el olvido y la soledad hacen más daño que un puñado de promesas del pasado.
Hablar de ti, sobre nosotros, provoca en mí inmensas ganas de volver a amar, de volver a vivir, de volver a sentir, son esas cosas en las que no puedo mentir.
Despiertas en mi más de uno y mil sentimientos, que si un día el destino quisiera volver a juntarnos, ese día me quitaría la armadura, para volver a vivir, para volver amar, para sentir tu piel, para besar apasionadamente tus labios y tomar tu mano con esa fuerza y delicadeza, como dos enamorados.
Pero también hay ocasiones en las que el destino solo te aleja y tú te empeñas.
Es ahí cuando entran otras ganas, como dejar esa armadura en su lugar en donde siempre ha estado y siempre estará.
Sigo siendo ese mortal enamorado, que de ti ni tu amor, ni tus labios ha probado.



Alejandro Guzmán Flores

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