El tren
Todo empezó en aquel tren; tú tan bella y yo tan falto de ti, de encontrarte. Hay trenes que alejan, trenes que unen, trenes tardíos y otros madrugadores, pero tu tren, nuestro tren fue simplemente arrollador.
Instalada en el vagón de preferente, el azar me sentó en frente de ti y aquel billete comprado aparentemente sin importancia alguna se convirtió en un salvoconducto directo a tu alma.
Pasaban los kilómetros mientras simulaba leer, en tanto otro libro más afortunado yacía entre tus dedos. Te miré una y mil veces azorado y nervioso, sudé, sufrí, reí, soñé...Y entonces vas y me miras y sonríes. El tiempo se detiene, mi pecho se inflama y mi corazón ya preso de ti bombea litros de sangre a velocidad endiablada. Creo que llegué a flotar y tú, lejos de ignorar los fuegos artificiales que surgían de mis ojos, apoyaste tu mano en mi rodilla preguntando si me encontraba bien.
Te hubiera dicho que nunca había estado mejor, que el corazón no me cabía en el pecho o que cómo había que hacer para instalarme de lleno en tu vida y en tu cama. Te hubiera hablado de esa sensación de llevar toda la vida esperando conocerte, te hubiera contado que supe que mis días serían distintos desde que mis ojos se cruzaron con tus ojos. Hubiera hecho míos todos los versos de amor y te los hubiera regalado uno por uno.
Apenas pude pronunciar un torpe "si" mientras una dulce voz anunciaba la llegada a la última estación y yo despertaba sobresaltado sentado frente a un señor con bigote.
Manuh (Manuel Hernández Bravo)