¿Y si nos miráramos con el alma?



Si nos viéramos con el alma, los ojos serían decorativos y las palabras, quizá, no harían falta…

¿Y si nos miráramos con el alma?
Nos reconoceríamos desde lejos,
como una completa radiografía del ser más profundo.
Elegiríamos exactamente en quién invertir cada segundo del reloj vital.
¿Cuántas religiones podrían subsistir?
¿Cuántos sacerdotes confesarían?
Tal vez nos discriminaríamos por almas pobres o almas ricas.
Quizá nuestro único patrimonio de subsistencia estaría compuesto por valores, acciones, sentimientos y pensamientos.
Entonces, ¿cuántas industrias se extinguirían?
Un mundo sin maquillaje, modas ni todos los antifaces que esta sociedad nos hizo adoptar.
La peluquería teñiría corazones de amor con tonalidades de esperanza.
El cirujano repararía almas rotas.
Las revistas publicarían consejos de belleza espiritual
y tratamientos de rejuvenecimiento mental.
¿Cuántos homosexuales habría? ¿Y hétero?
¿Cuántos presidentes poseerían el coraje de gobernarnos?
¿Cuántas guerras tendrían sentido?
Y, ¿qué hay de la cantidad de razas? ¿En qué basaríamos su clasificación?
¿Almas oscuras? ¿Almas transparentes? ¿Almas en pena? ¿Almas libres?
¿Cuántos divorcios ocurrirían? ¿Y casamientos reales?
¿Con cuántos amigos contaríamos?
¿Cuán empáticos seríamos?
¿Cuántos “likes” conseguiríamos? ¿De quiénes?
¿Y si cada sentido se experimentara así?
Podríamos acariciar el alma,
erizando la piel en un mar de emociones… las dudas se acabarían.
Disfrutaríamos del sabor, las texturas;
comeríamos con el alma
y la llenaríamos lentamente.
Nos besaríamos suavemente cada virtud y cada defecto.
Haríamos el amor en un concierto…
porque la melodía nos penetraría el oído hasta tocar lo más profundo del corazón.
Nos perderíamos en los aromas…
Compraríamos especias como si fueran perfumes importados,
sólo para jugar en la cocina a descubrir un nuevo y exótico olor.
Las rosas nos transportarían a un viejo amor…
El pasto recién cortado, al patio del hogar de la infancia…
La lluvia, a la nostalgia de los años vividos intensamente o
a ese rocío que te encontró caminando en Londres.
¿Acaso no alcanzaríamos la plenitud que tanto buscamos?
Si nos viéramos con el alma,
los ojos serían decorativos
y las palabras, quizá,
no harían falta…
…por eso escribo.


- Marisol Torres 

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