Pero este poema tuvo su origen







Pero este poema tuvo su origen
y en un principio no era sino un poco de miedo
y una ternura que quería nacer y hacerse fruto;
un poema que tiene la voz de canto y de bandera,
un poema que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo,

un poema que no tiene remedio, ni salvación,
ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía.

Sólo sé que está rodeado de campos verdes y luces celestes
y de la altura de una montaña de azúcar
del ansia que uno respira bajo el crepúsculo de
un Montevideo
que no todo lo sabe, porque nunca se sabe
por qué llega el amor y luego las manos...
esas manos dispuestas siempre, encadenadas al sueño,
como extensión de nuestros pensamientos todos.

Un poema que brilla como las perlas abandonadas en el mar
y sigue brillando aun cuando el beso, los besos,
los miles y millones de besos se parecen al fuego
y se parecen a la derrota y a lo que no vuelve
y a todo lo que parece vida y es vida.

Esta es la historia de un poema con claros y tiernos orígenes:
vino como unas alas de paloma
y nosotros nos miramos a los largo de los ríos
y a lo ancho de nuestros países
donde las distancias son como inmensos océanos
y tan breves como tu sonrisa.

Este es un poema que me hace morir a su lado
y respirar como un árbol hermosamente grande y verde;
un poema que me sumerge en sus ojos en llamas
donde hasta olvido mi nombre
y el maldito nombre de todas las cosas
y quiero gritarte al oído
¡y otra vez ese mar de posibilidades!
esa gran bondad y esa gran distancia
ese profundo espíritu que todo lo sabe
y que ya ha adivinado que estoy con el amor
hasta los hombros,
hasta el alma y hasta los mustios labios.

Y ya lo saben las fotografías y las calles
y ya lo saben las palabras
ya saben que lo saben y que tú y yo lo sabemos
y que hemos de vivirnos
para no rompernos el alma
y no llorar en una noche
de llanto inexplicable...




Walter Nuñez

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