Ojalá hubiera vendido mí alma, pero no, me la robaron… Fue una chica desconocida en un subte de Buenos Aires, iba sentada en el asiento que estaba frente a mí, mirando fijo por la ventana, mientras disfrutaba viendo pasar a toda velocidad las húmedas paredes de los túneles subterráneos, acompañaba este estado cantando una canción, que a pesar de intentarlo, me resultaba imposible descifrar... De vez en cuando y de la manera más natural y bonita posible, humedecía sus labios con un suave movimiento de lengua que iba de un extremo al otro de su boca y para embellecer este acto, sonreía en cada entonación suave que emitía, como sintiendo profundamente lo que cantaba…
Un manojo de extensos y rebeldes rulos caían de manera reiterada sobre su cara y ella, con un sigiloso y paciente movimiento de mano, los volvía a su lugar, dejando a la vista un pequeño lunar que tenía sobre su pómulo derecho. A mitad del trayecto donde la vi por última vez dejó de mirar fijo por la ventana y como si la hubiese estado atrayendo con mi energía desde la estación "Bulnes", clavó en mi sus intensos ojos, no por eso menos dulces y luego de girar su cuello para un costado y otro, como en busca de otra atracción que me tenga idiotizado, volvió su vista a mí, dándose cuenta que era solo y nada más que ella, me sonrió de manera cómplice y sin dejar de hacerlo mientras se disponía a bajar, me guiñó el ojo y levantando levemente sus hombros gesticuló, "peor para el sol..." el subte paró y la vi alejarse caminando en la estación 9 de julio... Desde ese día, mi alma ya no me pertenece…
Diego Martin
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